viernes, 3 de diciembre de 2010

Húmedo.

Si está vacío, no es un abrazo mío. Tampoco un beso, aunque nunca lo haya
probado, pero simplemente, lo se.
Si es demasiado, nunca te lo di a ti, porque te conozco demasiado y no te quiero herir, y menos molestar; nunca me lo perdonaría.

Al caer la lluvia, me acuerdo de tus ojos, cómo la tierra mojada bajo la lluvia.
Y pensar que podríamos estar sentados juntos, bajo la lluvia, que es un escudo de hielo líquido, transparente y cristalino, pero que nunca nos delatará.

Es verdad que no es solo eso, tus ojos y tus labios rosados, tocados por una flor de Abril. No.
Yo, también estoy. Las lágrimas humedecen mis labios, cuando
dices esas frases tan ingeniosas. Se que no me las dedicas a mi.
Y por dentro me asfixio, porque el agua me llega al cuello. Quisiera echarla
toda en un balde y mezclarlas con el agua del mar, que es donde están
las de todos.
Las mías son larmes rouges. Las vacío en un tarro de cristal azul cielo. Pienso
regalártelas. No te olvides de mí.
Te quiero.

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